Si fueras tú la isla
que frente a mí se me alza
constante e inaccesible
y si existiese en ti la misma
orilla,
hostil paraje de arrecife y
cardos,
si ascendieses los días de tormenta
y amansara tu sombra la sombra de
los pecios,
si escondieses también en tu
soberbia
la soledad de quien se aflige
solo;
si fuese el mar ensueño de tu
llanto
y el salitre coral de tu
silencio,
y si estuviera en ti tan
hondamente
sumergido el fulgor,
no temería abandonar mi playa,
me echaría a nadar delirio adentro
donde tu luz creciera y me
anegase.
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