lunes, 31 de marzo de 2008

Siboney, pies mojados

...acuérdate de que hubo un tiempo
en que las cosas, milagrosamente, fueron de otra manera
Eloy Sánchez Rosillo



Sólo puedo decir cuánto llovía.
Llovía intensamente
sobre mis pies cuajados de miedo y despropósitos,
sobre mi boca roja de locura,
sobre mi cuerpo en vilo.
Llovía en los cafés, en las estatuas,
bajo la piel y el pelo,
entre las cicatrices.
Llovían los relojes de la prisa
sobre el abismo abierto hasta los besos,
sobre las manos lívidas y solas,
sobre los latigazos del olvido.
Llovía un amargor de cervezas vacías,
de despedidas húmedas,
de pensamientos rotos.
Llovía un mar Cantábrico de lágrimas,
sobre mi pecho hueco,
sobre mi amor mojado.

2 comentarios:

J.T. dijo...

De buena gana te prestaría mi paragüas pero ya sabes que no me llevo muy bien con ellos...

Me conformo con pasear ahora un ratito contigo pisando charcos para que no sientas miedo, para que no necesites hacer real esa frase que dice que algunos esperan a que llueva para no llorar solos.

Un beso.

Peter dijo...

Y ahí estás tú, cantando bajo la lluvia y chapoteando en los charcos salpicada de amarguras, lavada por la lluvia de tu llanto, resurgiendo como nueva Venus...

Beso.